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Mostrando entradas de octubre, 2019

A quien sepa escuchar (Celtiberia)

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Cuentan los viejos que los días de viento, aquí en Numancia, aún se puede intuir el barritar de los elefantes. Que cuando truena muy fuerte, el Duero piensa que vuelven las tropas romanas y, antes de que lo desvíen, se esconde bajo tierra. Dicen que un niño se perdió una tarde de agosto, jugando al escondite en lo más profundo del robledal. Y que las matres lo encontraron y, creyendo que era un príncipe arévaco, lo encomendaron a Lug. Desde ese día, un cuervo viejo y desplumado nunca se separa de su vera. En Segeda las piedras ladran al transeúnte que sepa escuchar: que quieren subir bien alto, sobre los muros, a las almenas. Más cerca de la Luna para aullarle su derrota. En lo alto de un escarpe junto al cerro de la Muela, una sabina guarda en su sabia milenaria las historias que ya casi hemos logrado olvidar. Si pasas los dedos por su corteza, leerás los nombres que a fuego se grabaron sobre nuestra Celtiberia: Caro y Litennón, Escipión y Quinto Pompeyo… Y al llegar a