A quien sepa escuchar (Celtiberia)
Cuentan los viejos que los días de
viento, aquí en Numancia, aún se puede intuir el barritar de los elefantes. Que
cuando truena muy fuerte, el Duero piensa que vuelven las tropas romanas y,
antes de que lo desvíen, se esconde bajo tierra.
Dicen que un niño se perdió una tarde de
agosto, jugando al escondite en lo más profundo del robledal. Y que las matres
lo encontraron y, creyendo que era un príncipe arévaco, lo encomendaron a Lug.
Desde ese día, un cuervo viejo y desplumado nunca se separa de su vera.
En Segeda las piedras ladran al
transeúnte que sepa escuchar: que quieren subir bien alto, sobre los muros, a
las almenas. Más cerca de la Luna para aullarle su derrota.
En lo alto de
un escarpe junto al cerro de la Muela, una sabina guarda en su sabia milenaria
las historias que ya casi hemos logrado olvidar. Si pasas los dedos por su
corteza, leerás los nombres que a fuego se grabaron sobre nuestra Celtiberia: Caro
y Litennón, Escipión y Quinto Pompeyo… Y al llegar a Avaros, la sabina estremece
sus acículas y calla porque no quiere recordar.
Elisa Rivero Bañuelos

We just wanted to live in peace,
But they came to enforce their will.
https://youtu.be/nyLjIN3aVzU
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