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Mostrando entradas de septiembre, 2020

Abuelo (Relato corto)

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Llega un punto en la vida en el que todo lo que ves, sientes y escuchas, en lugar de hacerte crecer, solo añade marcas en la piel. Para mí, ese momento llegó hace mucho. Lo recuerdo a la perfección: está grabado a fuego en mi corteza.  La Edad Dorada, cuando hombres y bosque éramos un solo ente, ya había quedado atrás. De aquella época sabía solo por las historias de los castaños más viejos, los que he visto secarse, ser derribados y arrastrados monte abajo. Arder.  Durante dos siglos, las gentes antiguas no fueron para mí más que leyendas. Los pastores, cobijados del relente bajo mi tronco, las relataban al calor de la hoguera. Susurros en la brisa que los árboles nos preocupábamos en acallar. Para preservarlos en su olvido.  Entonces, un otoño, la vi. La mujer avanzaba por el lecho de hojas sin alentar su murmullo, bebía en el arroyo de la Yedra y éste, siempre cantarín, no se atrevía a reflejarla. Luego, se sentaba sobre las piedras cubiertas de musgo a alisar su cabellera con un pe

Bosque (Relatos de sueños)

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Llevo dos noches durmiendo en el bosque. No sé si serán las ansias de pisar la tierra, de hundir mis dedos en su epidermis de hojarasca y que el cárabo me cante los secretos que flotan entre los robles. No sé si será la luna llena, panzuda, tirando de mi savia hacia las copas más altas de la locura.  Solo sé que cierro los ojos en mi cama, en mi apartamento de Valladolid, y cuando los abro estoy allí, contemplando un gotelé de estrellas que ni las nubes se atreven a rascar. Para que yo las cuente.  La primera noche me inquieté: el trasiego de las musarañas por los capilares de la foresta, los quejidos de los murciélagos, el desfile de hormigas y escarabajos por mis piernas… Todo me desvelaba, y yo me removía inquieta en mi colchón de hojas. El despertador fue un aterrizaje de emergencia en una realidad que no comprendía. Aún con el café enfriándose en mi mano seguía preguntándome qué había pasado.  Anoche no. Llegué a mi bosque tranquila y di las buenas noches al cárabo, a las hormigas

Seis meses con Azucena (Relato corto)

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Tercer premio del I Concurso de relato corto Miguel Delibes - Valle de Sedano Además de amiga de las truchas, Azucena era inseparable de las grajillas. Nadie sabe muy bien de dónde salió aquella mujer vivaracha y un tanto alunada. Apareció en Sedano en la noche de San Juan, y se fue seis meses después en extrañas circunstancias. Unos dicen que era una viuda millonaria de Madrid, que pasaba de camino a Santander, le gustó el valle y se compró la vieja casona del barrio de Lagos. Otros especulan con su árbol genealógico: que si podría ser biznieta de Gerardo, el hermano emigrado a las Américas del señor Cayo, antiguo dueño de la hacienda. Si le preguntabas a ella, se ponía muy seria y decía que salió del Pozo Azul. Ahora, en mi recuerdo, casi puedo ver las algas entreverando su pelo canoso. Quizá incluso el destello de una trucha escondida tras su blusa. Azucena se parecía a muchas cosas, pero desde luego no a una azucena. No era ni delicada, ni blanca, ni olía a flores. Me es imposible

Bellum Cantabricum, de José Manuel Aparicio (Breve reseña)

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Finalista Narrativas Históricas 2020 El título no podía ser más claro: José Manuel nos lleva, de la mano del mercenario autrigón Sekeios, al corazón de las guerras cántabras.  Tras un altercado con el gobernador Gayo Antisio Veto, el protagonista huye del ejército romano para verse envuelto en las disputas internas de los jefes cántabros. Huraño y oscuro, el lobo autrigón trata de permanecer al margen de aquellos que, como Corocotta, pretender hacer frente al invasor; y los que se decantan por la negociación. Sin embargo, el amor acaba por arrastrar al mercenario a la vorágine de las guerras cántabras, al sitio de Aracillum. El destino del pueblo cántabro está sellado, pero no el de Sekeios, que se batirá como un lobo acorralado para defender el último hálito libre de Cantabria.  Para los amantes de la historia romana, Bellum Cantabricum es reencontrarse con un viejo amigo. Conoces a los personajes (Veto, Augusto, Corocotta), sus movimientos y el final de la historia. Pero José Manuel

Guía de los seres mitológicos españoles (Breve reseña)

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Guía de los seres mitológicos españoles – Pablo Ruiz Osuna, ilustraciones de David Reñé Quiles Durante la fase de documentación de mi nueva aventura, Mitología por Provincias* , tuve la fortuna de toparme con Pablo y su maravilloso libro. La guía de los seres mitológicos de España es un proyecto muy ambicioso que ha logrado recopilar con maestría los principales mitos y seres que aún coletean por nuestros bosques y cuevas.  En sus nada menos que 350 páginas, Pablo nos presenta a diosas madre, elementales, gigantes, duendes, seres de ultratumba y dragones . Para cada una de estas secciones encontraremos una introducción con generalidades y referencias a estos seres en mitologías de otras partes del mundo. Después, recoge historias y cuentos ya casi perdidos de antiguos tratados, de la memoria de los últimos habitantes de valles remotos. Pero además de compartir con nosotros estos mitos, las analiza desde varios puntos de vista: la historiografía, la arqueología e incluso la biología y

¿Por qué escribimos?

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Vivimos en un mundo en el que más de la mitad de los siete mil millones de personas que lo habitan pueden compartir sus escritos con un simple click. Nunca ha sido más fácil escribir pero, por esa misma razón, la competencia es atroz. Los buzones de las editoriales están atestados y llamar su atención exige a los escritores noveles dedicar más tiempo a la publicidad que a escribir. Muy pocos pueden vivir solo de la escritura y, de los que lo hacen, menos aún son ricos. Seamos sinceros: nadie en sus cabales escribe por dinero.  Entonces, ¿por qué algunas personas dedicamos incontables horas y aún más frustración a escribir? ¿porque somos masocas? Eso apostilla Wole Soyinka. ¿Porque ansiamos la fama, el reconocimiento, la inmortalidad? ¿O quizá es el deseo de compartir con los demás esos mundos que creamos y tanto amamos?  Si preguntamos a los propios escritores, si leemos los innumerables ensayos y reflexiones que se han escrito sobre el tema, concluimos que no existe un