Palabras olvidadas (Relato corto)

Cuenta la leyenda que en lo más profundo del bosque se revuelve, inquieta, una gran piedra. Redonda y gris, cubierta de musgo como si de un viejo animal dormido se tratara. Dicen los ancianos que sobre su lomo están grabadas palabras antiguas y, cuando el agua de lluvia juguetea por sus trazos, se carga de su poder y lo vierte en la tierra. Cantan que las flores que nacen a sus pies susurran historias de cuando el mundo no tenía dueño.
El paso del tiempo ha borrado su rastro a golpe de zarzal y hoja de roble. Quiso el viento sur que ese invierno las llamas expusieran de nuevo su mensaje. Como un sádico regalo de Navidad.
Los pasos de Gerardo crujen sobre el esqueleto calcinado del bosque. Ya no cantan los camachuelos ni se intuye el rastro hambriento de los jabalíes. En el paraje oscuro, la piedra destaca como un mirlo blanco. El corazón de Gerardo se dispara. Toma aire y, de un soplo, barre las pavesas que bailotean sobre su lomo. Allí yacen inermes las palabras, sin musgo que las cobije, sin flores que las declamen.
Dicen los expertos que ya nadie entiende su significado, pero que sus letras podrían ser la clave para entender el origen de la escritura.
Gerardo saca el móvil que le regaló su nieta y toma una foto. Las gotas golpean silenciosas la superficie de la roca. Lavan la ceniza y rellenan los grabados. Gerardo observa como las palabras se desbordan y caen en un reguero hasta la tierra muerta. Asiente: la próxima primavera, las flores cantarán de nuevo su canción.



Foto: Bosque del pantano del Burguillo, Ávila (Elisa Rivero Bañuelos)

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