"Lo demás es aire" de Juan Gómez Bárcena - Reseña


Hoy os traigo una breve reseña de esta novela del escritor cántabro Juan Gómez, editada por Seix Barral. Acabo de terminarla, pero sé que Toñanes y sus habitantes se van a quedar conmigo, pululando por mi subconsciente, durante mucho tiempo. Siempre he creído que esas son las buenas historias, las que permanecen una vez vuelta la última página.

Nací y me crié en Santander. Cuando era pequeña y mi casa del pueblo era inhabitable durante la mayor parte del año, mis padres me llevaban de excursión por Cantabria: rutas por Picos de Europa, cocidos por el valle del Pas, hombres pez y playas bonitas. Pero nunca había oído hablar de Toñanes. Hasta que abrí “Lo demás es aire”, era un nombre de otro pueblo desconocido más. Como el mío. Un municipio junto a Novales de apenas treinta y cuatro casas y ningún bar (¡!).

Esta original novela desgrana las historias de los habitantes de Toñanes desde un hipotético Paleolítico hasta la vida del propio escritor, pasando por el romano que le otorgó su (casi) actual nombre, por el cura que se obsesionó con los ammonites, la pareja del siglo XVII que no podía tener hijos, las hilanderas tejiendo cuentos, el litigio interminable por un prado, los mozos que quedaron prendados en un pasodoble bailado hasta el final.

La pluma inteligente y ágil del autor te va guiando por un Toñanes que no conoce fronteras temporales, por los mismos escenarios: el molino, los acantilados de Bolao, el maldito prado, las mismas casas, la iglesia y el camposanto; por los mismos sucesos que se repiten en un tiempo y en otro, porque son humanos: el primer beso, las rivalidades entre vecinos, la sangre que brota, las obsesiones que carcomen y las que se pasan, el enamoramiento y el amor de una madre. La muerte. La muerte como elemento de anclaje de la novela, porque a veces, es la única certeza: “murió, fue enterrado”. Fechas de defunción en los papeles de la iglesia. Fechas acotando el texto que al principio vuelven loco al lector, y que pueden echar para atrás a más de uno, pero que pronto aprendes a integrar en la lectura.

Es esta novela una impresionante labor de documentación que ocupó al niño de los dinosaurios desde que dejó de ser ese niño, hasta que la envió a maquetar (y estoy segura de que no parará nunca). Este trabajo tan minucioso me produce a la vez vértigo y envidia (sana): ojalá pudiera hacer yo algo parecido con mi pueblo, pensaba según leía. No tengo tanta paciencia.

Pero el mayor logro del autor no es la documentación y la ingente cantidad de información y personajes que maneja, sino la habilidad para entretejer las historias en un telar indivisible, que te va conduciendo lenta pero inexorablemente al desenlace de cada trama. ¿Se reencontrarán al fin Teresa y Luis en la romería? ¿Quién ganará el pleito por el prado? Legajos y fechas que se convierten en historias íntimas y apasionantes con ese hilo fino, de lino, que Juan sabe muy bien cómo tejer.

Como siempre hay que ser crítico, aquí va mi pero y una advertencia al lector: el libro es largo y algunas veces puede hacerse denso con tantas fechas, nombres y defunciones. Sobre todo, el comienzo abruma un poco. Si os pasa: os animo a seguir, porque estoy casi segura de que pronto os va a enganchar.

Mi más sincera enhorabuena a Juan Gómez por su obra: gracias por la inspiración.

Podéis conseguir el libro en las librerías o en:

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