Morcueros, montes de Mercurio y amilladoiros. ¿Una costumbre celta?




Estoy segura de que, si te gusta el monte, has visto montoncitos de piedras infinidad de veces. La mayoría son simples hitos que señalizan el camino para que los montañeros más despistados no nos salgamos de la ruta.
Pero algunas montañitas de piedras atesoran secretos milenarios. Macabros, tal vez.


Yo, siguiendo los hitos de piedra de Kjerag (Noruega) para no perecer en la niebla.

Se suelen encontrar en encrucijadas, puertos y puntos clave de los caminos, y muchos fueron sustituidos por cruces e incluso humilladeros, remarcando su papel espiritual por encima de la mera señalización.

Veamos algunos ejemplos:

En Galicia son típicos los amilladoiros, piedras dejadas por romeros o peregrinos en su camino al templo. Dice la Biblia que el día del juicio final, las piedras hablarán y darán testimonio de su peregrinación. También la Cruz de Ferro de Foncebadón (León) funcionaría de una forma similar.

Según Cabal (1934:185): “Pero todos los muertos, bajo el túmulo, reclamaban otros muertos, y se les ofrendaban sacrificios, aún en los tiempos históricos. En cada piedra del túmulo había además un espíritu, y añadir a estas piedras otras piedras, era añadir otro espíritu y responder a las ansias de cuantas vigilaban el sendero. Así, cada transeúnte, para evitar que los muertos le arrebatasen el suyo con alguna enfermedad, colocaba en el túmulo una piedra y aumentaba de este modo la muchedumbre de almas que había en él”.

Amilladoiro de Teixidelo.
Fuente: https://petiscosgalegos.es/2019/02/10/las-cinco-claves-para-visitar-san-andres-de-teixido/

Esta tradición recuerda a la romana de enterrar a los muertos a los lados de las calzadas y colocar piedras encima. También, y en la misma línea, para honrar a los dioses manes, es decir, las almas errantes de los antepasados: "A Mercurio, en los caminos y a modo de sacrificio, se le amontonaban piedras, que eran refugio de los manes" (Cabal, 1934:184). Así, recibían el nombre de montes de Mercurio o mercuriales. De hecho, la RAE señala que de ellos procede el término “morcuero” (Del lat. tardío Mercurius 'montón de piedras al pie de los caminos dedicado a Mercurio', que se formaba con las que iban depositando los viajeros en honor del dios).

Efectivamente, estos montoncitos también sirven también como mojón o divisoria entre tierras desde, al menos, el siglo VII a.C., según recoge por primera vez el rey romano Tarquinio Prisco (personaje de mi novela Ambicatus) en su traducción del Libri Vegoici (Plaza, 2010:13).

Una leyenda de la Bretaña (Francia) narra que el servidor de la Muerte, Ankou, era el encargado de recoger a los muertos en su carro y arrojar una piedra en su lugar (Plaza, 2010:16).

También es conocida la costumbre de ofrendar piedras a la diosa vasca Mari. Las piedrecitas se llevarían a una cueva, hogar de la diosa, o se depositarían sobre túmulos o dólmenes, como los de Aizkomendi (en Eguilaz) y en Chabola de la hechicera (Elvillar). Sin embargo, no he conseguido encontrar buenas referencias de esta tradición.

Muchos autores consideran la tradición de engordar los túmulos de piedras como de origen celta (signifique lo que signifique esa palabra). A mí, sin embargo, me evoca a la cosmovisión de la Edad del Bronce, en la que cada piedra y cada riachuelo tenía un alma. Algunas, aún nos pueden contar sus historias, si sabemos qué preguntar.

Y así, con un montoncito de piedras-alma de los difuntos, comienzan mis novelas “Tarvos, de Tartessos a la Galia” (disponible en Amazon) y “Ambicatus, el primer rey de la Galia” (próximamente):

“Al fin divisé el montículo junto a la linde. Los guerreros galos hacían fila para añadir sus piedras, una encima de otra. Me quité el guante y rebusqué en mi zurrón con manos nerviosas. El tacto liso de los cantos me calmó. Sonreí, recordando el momento en el que mi hermana me los dio, antes de salir de Avaricon.
    —A ver si los gastas—había dicho Segonia en tono burlón.
    [...]
    Ya junto al montículo, saqué las piedras. Clac, clac, clac. Cayeron las almas de los muertos aquella hermosa tarde de primavera”.


Fuentes:

CABAL, C., 1934, “Mitología Ibérica”, Folklore y Costumbres de España, Tomo I.
XACOPEDIA, “Humilladoiro”. https://xacopedia.com/humilladero
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, “Morcuero”. https://dle.rae.es/morcuero
PLAZA BELTRÁN, M., 2010, “ANTECEDENTES DEL CULTO A LAS CRUCES DE PIEDRA: LITOLATRÍA”, Revista de Folklore nº 343.Orreaga Fundazioa, “La diosa Mari”. http://www.orreagafundazioa.eus/la-diosa-mari/

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