Diosas en la (Pre)Historia - Mitología y arqueología


¡Feliz día de la mujer!

La visión sobre la mujer ha variado enormemente a lo largo de la historia de la Humanidad, incluso hoy día es diferente en cada lugar del mundo.

Así, también en la Prehistoria debió haber una amplia gama de posturas ante la mujer: desde diosas supremas hasta objeto de comercio y explotación.

Pero hoy quiero centrarme en las diosas: esas figuras antaño omnipresentes que se fueron convirtiendo en vírgenes y, después, en meros cuentos o simpáticas criaturas del bosque, cuando no en brujas.



El escritor y poeta inglés Robert Graves, en su obra “La Diosa Blanca”, analiza el origen y evolución de este tipo de mitos en el viejo continente. La arqueóloga lituana Marija Gimbutas propuso una teoría similar en “El lenguaje de la Diosa”. La Diosa Blanca o la Gran Diosa sería una deidad del nacimiento, el amor y la muerte, ligada a la luna y madre del resto de dioses.

Si bien Graves aporta una visión más poética que arqueológica sobre el asunto, y el matriarcado no ha podido ser demostrado hasta la fecha, encontramos evidencias de una profunda adoración a la diosa madre en multitud de yacimientos y también latente en las mitologías que nos han llegado.





Desde las figuritas de venus paleolíticas como la de Willendorf (22.000 a.C.), máximas exponentes de la fecundidad; la estatua de la mujer sentada encontrada en un silo de cereal de la famosa “primera ciudad”, Çatalhöyük; la diosa serpiente cretense, la dama del laberinto minoico… y las diosas de las mitologías egipcia, como la madre y cielo Nut; Rea en la griega; Cibeles en la frigia; Durga, Parvati y otras diosas en la religión hindú; Dana o Dea Matrona en la celta…


En la Península Ibérica conservamos algunas diosas, como Ataecina, Epona, Noctiluca, Tanit… Si bien no reúnen todas las características de diosas madre, quizá por su tardío y escaso conocimiento, quizá porque nunca lo fueron. Pero sí disponemos de una diosa madre en toda regla: la deidad vasca Mari.



Con este vistazo atrás, cogemos fuerza para seguir luchando por un futuro de igualdad. Gracias a todas esas mujeres que pelearon y lo siguen haciendo para conseguir un mundo mejor.

Termino con una reflexión de la escritora Flora Tristán: "El nivel de civilización al que han llegado diversas sociedades humanas está en proporción a la independencia de la que gozan las mujeres".







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