Los vientos - Mitología

En la Antigüedad, las civilizaciones observaban con asombro cómo los vientos influían en su entorno, moldeando el clima, el paisaje y, en especial, el destino de los viajes marítimos. En diversas mitologías, los vientos eran personificados como deidades o seres divinos, otorgándoles atributos y características únicas.


En la mitología griega, los vientos eran representados por los ánemi, dioses del viento, cada uno con una dirección cardinal asociada. Eolo era el custodio de los vientos y controlaba su flujo y fuerza. Bóreas era el viento del norte, que traía consigo el frío y las tormentas invernales. Noto era el viento del sur, cálido y húmedo, que traía las tormentas otoñales. Euro era el viento del este, asociado con los amaneceres y el renacimiento. Por último, Zéfiro era el viento del oeste, suave y benigno, simbolizando la primavera.


En la mitología nórdica, Njörd, el dios del mar, controlaba la navegación y los vientos.  Por su parte, en la mitología Sami, Njörd se asocia con Bieka-Galles, el “Anciano de los vientos”. En la Edda prosaica cuatro enanos simbolizaban los cuatro puntos cardinales, que a veces se asocian también con sus vientos. 


En la mitología egipcia, los vientos también tenían un lugar importante. Shu, el dios del aire y de la luz, soplaba sobre la tierra para traer vida y fertilidad. Amón pudo ser en origen un dios de los vientos. Ra, el dios del sol, representaba la sequedad del aire del verano.


En la religión budista, los vientos eran personificados como los Cuatro Reyes Celestiales, cada uno representando una dirección cardinal y sus vientos. Son los protectores del mundo y combaten el mal. En cada cultura (China, Korea, Japón…) se los conoce con nombres distintos. En sánscrito: Vaisravana, “el que lo oye todo”, representa el norte; Virūdhaka, “el que agranda”, es el sur; Dhṛtarāṣṭra, “el vigía de las tierras”, es el este; y Virūpākṣa, “el que lo ve todo”, el oeste.


En la Península Ibérica los vientos también fueron importantes a nivel local. Cuentan que el Céfiro preñaba a las yeguas lusitanas, que daban a luz a unos potros veloces como el viento. En mi novela “Tarvos, de Tartessos a la Galia” puedes conocer a estos caballos. En el norte encontramos ventolines y nubeiros encargados de traer las lluvias y el granizo. Taranis, deidad celta de las tormentas, pudo haber sido adorado también en Iberia.


En resumen, los vientos han sido una parte integral de las creencias y mitologías de diversas culturas a lo largo de la historia. A través de estas representaciones divinas, las civilizaciones intentaban comprender y dar sentido a la naturaleza y sus fenómenos, reconociendo la importancia y el poder de estos elementos en sus vidas.


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