Un nuevo hogar (Relato corto)

Ablega cruzó las puertas de la muralla, abiertas de par en par, y ascendió por las calles de Ulaca. Silenciosas y desnudas como las ramas del roble en invierno. Lo encontró en el mismo sitio donde lo dejaran cuando abandonaron la ciudad: sentado junto al altar de sacrificio con la mirada perdida en el cielo. La muchacha se estremeció y, por un momento, pensó si su abuelo no habría muerto ya de sed, hambre o pena. Como una última ofrenda a los dioses vettones. —No pienso irme —pronunciaron de pronto sus labios resecos—. Ulaca es mi hogar, por Cosus. Ablega suspiró y se acuclilló junto a Ablonius. Su cuerpo, antaño poderoso, se había resumido y temblaba como una hoja a merced de la brisa de finales de otoño. —Ya nada te ata a este pedregal, abuelo. Abajo, en la vega, la tierra es fértil. Los romanos nos permiten vivir bajo nuestras normas. Hasta hemos construido un altar a Ataecina… —¿Os permiten? —Sus ojos azabache centellearon, despertando de su letargo—. ¿Cuánd...