Los árboles sagrados - Mitología e Historia Antigua

Desde tiempos inmemoriales, los árboles han ocupado un lugar especial en el corazón de la humanidad. Su majestuosidad, su longevidad y su papel vital en el equilibrio ecológico los han convertido en símbolos de vida, sabiduría y divinidad. Entre estos árboles, algunos han sido considerados sagrados por diversas culturas, adquiriendo un significado aún más profundo y misterioso.


El árbol de la vida 

El concepto del Árbol de la vida es un mitema, es decir, una imagen recurrente en múltiples culturas a lo largo de la historia, encarnado por diferentes especies. Desde la mitología mesopotámica hasta las tradiciones indígenas de América del Norte, este símbolo representa la conexión entre el cielo, la tierra y el inframundo, así como el ciclo eterno de la vida, la muerte y el renacimiento. 

En la mitología persa se llamaba Gaokerena, en la egipcia fue la acacia Saosis.



El Roble de Dodona: La voz de los dioses

En la antigua Grecia, el Roble de Dodona (Epiro) era reverenciado como un oráculo viviente. El uso del sitio podría remontarse a la Edad del Bronce. Según la mitología griega, Zeus, el padre de los dioses, hablaba a través del susurro del viento entre las hojas o la interpretación del vuelo y el zureo de las palomas que se posaban en este árbol milenario. Sus profecías y consejos eran buscados por reyes, guerreros y viajeros que acudían a este lugar sagrado en busca de orientación divina, como el mismísimo Odiseo en su vuelta a Ítaca.



Yggdrasil: El Árbol del Mundo en la mitología nórdica

Para los antiguos nórdicos, Yggdrasil era más que un árbol; era el eje del universo, la columna vertebral que sostenía los nueve mundos de su cosmología. Este gigantesco fresno conectaba los reinos de los dioses, los hombres y los muertos, siendo testigo de todas las acciones y eventos que ocurrían en el cosmos. Bajo sus frondosas ramas, se tejía el destino de toda la creación y de su raíz emanaba la fuente de conocimiento.

Lo protegía el dios Heimdall con la ayuda de las nornas. De sus ramas colgó Odín durante nueve días.



El olivo de Melkart en Gádir

Según Filóstrato, en el templo del dios fenicio Melkart ubicado en la antigua Cádiz estaba el olivo de oro de Pigmalión, del que colgaban esmeraldas como frutos. Plinio el Viejo, en efecto, señala que la isla gaditana de Kotinoussa estaba plagada de acebuches. El olivo es un árbol sagrado para los fenicios. Así, un olivo ardía perpetuamente en Tiro.

Podéis conocer Kotinoussa y el oráculo de Melkart en el olivo de Gádir en la novela “Tarvos, de Tartessos a la Galia”. ¿Qué presagio escuchará el príncipe Habis del olivo milenario?



El jardín de las Hespérides

Jardín de la mitología griega ubicado en el occidente del mundo, ubicado por algunos en el norte de África y por otros en Tartessos. Lo vigilaban las ninfas hespérides que suelen ser tres, una de ellas llamada Eritía (lo que nos remite de nuevo a las Gadeiras y Tartessos); y un dragón de cien cabezas llamado Latón. En el jardín crecía uno o varios manzanos con frutos dorados que concedían la inmortalidad. En su undécimo trabajo, Heracles engaña a Atlas para que coja las manzanas del jardín. También es una de estas manzanas la que causó la discordia de la Guerra de Troya.

Puedes leer también sobre el jardín en mi libro “Historias de bronce y mar”.



El drago de Gerión

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Los árboles sagrados son mucho más que simples seres vegetales; son guardianes de la memoria colectiva de la humanidad, portadores de sabiduría ancestral y puentes hacia lo divino. A través de ellos, podemos entender no solo las creencias y prácticas religiosas de las civilizaciones pasadas, sino también nuestra propia relación con la naturaleza y el misterio del cosmos. Así, al contemplar la majestuosidad de un árbol, recordemos que estamos ante un testigo viviente de la historia y la mitología, un recordatorio de la conexión sagrada que antaño existía entre el hombre y el paisaje.


Recuerda que, si te ha gustado, puedes apoyarme comentando, compartiendo y adquiriendo mis libros en Amazon. En muchos de ellos aparecen árboles sagrados como el olivo de Melkart, el manzano de las hespérides, los robles sagrados de los druidas galos, etc. Mi próxima novela, "Las tribus del Íber" gira en torno a un árbol sagrado: un tejo milenario del monte Hijedo.




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