Abuelo (Relato corto)

Llega un punto en la vida en el que todo lo que ves, sientes y escuchas, en lugar de hacerte crecer, solo añade marcas en la piel. Para mí, ese momento llegó hace mucho. Lo recuerdo a la perfección: está grabado a fuego en mi corteza. La Edad Dorada, cuando hombres y bosque éramos un solo ente, ya había quedado atrás. De aquella época sabía solo por las historias de los castaños más viejos, los que he visto secarse, ser derribados y arrastrados monte abajo. Arder. Durante dos siglos, las gentes antiguas no fueron para mí más que leyendas. Los pastores, cobijados del relente bajo mi tronco, las relataban al calor de la hoguera. Susurros en la brisa que los árboles nos preocupábamos en acallar. Para preservarlos en su olvido. Entonces, un otoño, la vi. La mujer avanzaba por el lecho de hojas sin alentar su murmullo, bebía en el arroyo de la Yedra y éste, siempre cantarín, no se atrevía a reflejarla. Luego, se sentaba sobre las piedras cubiertas de musgo a alisar su cabel...